Escribe María José Correa
Como Mario Vargas Llosa, creo que el acontecimiento más importante de mi vida hasta el día de hoy ha sido aprender a leer. Los libros que he leído han enriquecido mi universo de manera extraordinaria. Junto con la novela, el género que más disfruto es el cuento. La novela abarca una vida; el cuento, una escena que marca y explica esa vida.
Cuando tenía catorce años leí Los gallinazos sin plumas de Julio Ramón Ribeyro, y en seguida, los demás relatos de este autor se convirtieron en lectura obligatoria. A pesar de su cuantiosa producción literaria, me atrevo a juzgar que a la obra de Ribeyro no se le ha dado la importancia que merece y tomo como pretexto estas páginas para hacer justicia al escritor peruano.
Este ensayo consta de dos partes: en la primera se pretende descubrir por qué escribía Ribeyro, pero no mediante una somera descripción de su personalidad, sino a través de sus Prosas apátridas. La segunda parte de este artículo es un capricho de su autora: una escueta radiografía de La juventud en la otra ribera.
Julio Ramón Ribeyro nació en 1929, en el seno de una familia de clase media limeña. Es uno de los cuentistas latinoamericanos más talentosos, aunque el mismo Ribeyro dudó de su potencial como hombre de literatura. Esto quizás se deba al estupor de su familia cuando descubrió que Julio Ramón prefería contar historias en vez de cursar estudios de Derecho.
También conviene atribuir ese afán suyo de destruir al escritor que llevaba dentro a su naturaleza ambigua: “La duda, que es el signo de la inteligencia, es también la tara más ominosa de mi carácter, ha impedido en mí la formación de convicciones duraderas, ha matado hasta la pasión” . Sin embargo, sus contradicciones no acallaron su pasión por las letras. A lo largo de su carrera literaria incursionó en géneros como la novela, el ensayo, el teatro y, por supuesto, el género narrativo que más desarrolló: el cuento.
“Lo que he escrito ha sido una tentativa para ordenar la vida y explicármela, tentativa que culminó en la elaboración de un inventario de enigmas” . Ribeyro explica que escribía para tratar de dar forma y comprender mejor las ideas e intuiciones que se le cruzaban por la cabeza. El escritor reafirmó su creencia en varios fragmentos que dedicó a la reflexión sobre la literatura y que publicó más tarde en sus Prosas apátridas: “Muchas cosas las conocemos o las comprendemos sólo cuando las escribimos” .
Con Prosas apátridas Ribeyro pone un paréntesis en su producción literaria y publica unos fragmentos ideológicos que no encuentran lugar en sus libros. Estas prosas sin patria responden al punto de vista de Ribeyro sobre una miscelánea de temas: la literatura, la vejez, la muerte, el amor, el sexo.
Si se trataba de escribir para comprender mejor las cosas, para Ribeyro la vida era un cuento: “Yo veo y siento la realidad en forma de cuento y sólo puedo expresarme de esa forma” . La fama de ser uno de los grandes en la narrativa se la ganó con sus relatos cortos. En la introducción de una edición peruana de La palabra del mudo (1994) , Ribeyro escribió un decálogo sobre el cuento y de ese texto ahora extraigo dos puntos que explican su obra.
“El estilo del cuento debe ser directo, sencillo, sin ornamentos ni digresiones. Dejemos eso para la poesía o la novela”. Ribeyro era un observador de lo cotidiano, y tal vez por eso el cuento fue el género que más cultivó. Nos da una pista más: “No creo que para escribir sea necesario ir a buscar aventuras. La vida, nuestra vida, es la única, la más grande aventura” . En su obra prima la sencillez narrativa, hace gala de un lenguaje natural y los detalles adquieren un alto valor.
“El cuento debe sólo mostrar, no enseñar. De otro modo sería una moraleja”. Ribeyro apela a la imaginación y la inteligencia del lector. Sus cuentos están plagados de símbolos. Precisamente, el lenguaje sencillo y los detalles que se mencionan en líneas anteriores son las herramientas que utiliza para llevar al lector al ejercicio intelectual. Las palabras de Ribeyro no sobran, cada frase suya contiene la clave para descubrir la esencia de la historia. Ribeyro explica que “en el cuento no debe haber tiempos muertos ni sobrar nada. Cada palabra es absolutamente imprescindible”.
En sus narraciones, Ribeyro diseña un mundo imaginario en el que habitan seres que no encuentran sitio en ningún lado. El escritor cuenta una historia a partir de un hecho insólito, situaciones que representan un punto de quiebre en la vida de sus personajes. Tal es el caso de La juventud en la otra ribera, cuento que escribió en París, en 1969.
El narrador de La juventud en la otra ribera se presenta como un omnisciente discreto: lo sabe todo, pero no lo revela; guía al lector y apela a su inteligencia para que vaya descubriendo por sí solo, mediante los símbolos que le plantea, la tela araña que se teje alrededor del protagonista.
Como en casi todos sus relatos, Ribeyro nos presenta un personaje de la clase media limeña. El doctor Plácido Huamán es un profesor cincuentón que, en las primeras páginas del cuento, representa al típico limeño cuya vida gira por el traqueteo de la monotonía. Sin embargo, las historias que cuenta Ribeyro surgen cuando la normalidad de la vida de los personajes se rompe; o como él mismo explica: “el cuento debe partir de situaciones en las que el o los personajes viven un conflicto que los obliga a tomar una decisión que pone en juego su destino” .
Antes de ir a Ginebra para asistir a un congreso, el doctor Huamán decide hacer una parada en París, la ciudad de sus sueños. El nombre del personaje habla por sí solo. El doctor Plácido Huamán es tan manso como su nombre, es un cincuentón que ha pasado por la vida sin gloria y que encuentra en Solange, una mujer joven, el boleto de regreso a su añorada juventud.
Ribeyro afirma: “Podemos concebir un espacio sin tiempo, pero no un tiempo sin espacio” . El escenario donde se desarrollan los hechos influye mucho en la historia. Ribeyro nos describe un París bohemio, con sus bares, los cafés de Montparnasse y una clásica buhardilla parisina en la que el protagonista vive momentos de euforia juvenil. Plácido Huamán “desde su adolescencia soñaba con vivir en París” . En cuanto al tiempo, las acciones se desarrollan durante tres días. El cuento empieza en la mitad de la historia, cuando el doctor Huamán se despierta al lado de la joven y toma conciencia de
“esa aventura que él inscribía ya, decididamente, en las páginas de oro de su vida” . En la primera parte, el narrador nos cuenta con flashbacks cómo conoció el protagonista a Solange. A partir de la mitad del relato nos narra qué sucedió desde que se despertaron la mañana en la que comenzó el cuento.
El conflicto que el protagonista de La juventud en la otra ribera arrastra por el mundo radica en que pretende vivir una aventura amorosa irrealizable. Por eso, cuando Solange responde a sus intenciones de vivir un romance apasionado no se da cuenta, o no quiere hacerlo, de las maniobras que ella y sus amigos estaban tramando hasta desencadenar en un final dramático. Deja de ser un arquetipo, se humaniza: el doctor Huamán presentía algo, pero decide vivir la historia hasta el final.
El doctor Plácido Huamán: “¡Pobre animalito peruano! En tu pampa tampoco la vida es fácil, llevas pesadas cargas, trepas empinadas cuestas. Pero no eres un extranjero” . ¿O es que acaso con esta frase el autor se refería sí mismo cansado de sus años como forastero?
Julio Ramón Ribeyro contó en una oportunidad que la historia de La juventud en la otra ribera es algo que le ocurrió a un amigo suyo, salvo el final. “Lo que había de atractivo para mí en esta historia era cómo un encuentro casual puede decidir tu destino. Otro enfoque sería lo caro que se paga el amor, aunque sea fingido, cuando uno ya no está en condiciones de merecerlo. El doctor Huamán quiso vivir una aventura amorosa desproporcionada a sus posibilidades, pues su juventud estaba ya ‘en la otra ribera’” .
Empecé este ensayo tomando las palabras de Mario Vargas Llosa y para poner punto final cito nuevamente a este escritor. Cuando en 1976 un periodista del periódico peruano La Prensa le preguntó su opinión sobre Ribeyro, Vargas Llosa contestó: “…un magnífico cuentista, uno de los mejores de Latinoamérica y probablemente de la lengua española, injustamente no reconocido como tal” . Coincido con Vargas Llosa: todavía en estos tiempos la brillante pluma de Julio Ramón Ribeyro no ha cruzado tantas fronteras como debería. Los eucaliptos, Las botellas y los hombres, Por las azoteas, Al pie del acantilado, Solo para fumadores, Silvio en El Rosedal, y un largo etcétera forman esa parte de la literatura universal que todavía espera ser explorada.
BIBLIOGRAFÍA
• Minardi, G., La cuentística de Julio Ramón Ribeyro. Lima: Banco Central de Reserva del Perú, 2002.
• Pérez, C., Los trazos en el espejo: identidad y escritura en la narrativa de Julio Ramón Ribeyro. España: Eunsa, 2006.
• Ribeyro, J. R., Cuentos completos. Madrid: Alfaguara, 1994.
• Ribeyro, J. R., La palabra del mudo: antología. Lima: Milla Batres, 1989.
• Ribeyro, J.R., La tentación del fracaso I. Diario personal 1950-1960. Lima: Jaime Campodónico, 1992.
• Ribeyro, J.R., Prosas apátridas (completas). Barcelona, Tusquets, 1986.
• Wolfgang L., Estudiando a Julio Ramón Ribeyro. Frankfurt: Vervuert, 1988.
1 Ribeyro, J.R., Prosas apátridas (completas), Barcelona, Tusquets, 1986, p. 14.
2 Ribeyro, J.R., Prosas apátridas (completas), Barcelona: Tusquets, 1986, p. 180.
3 Ibíd., p. 62.
4 Ribeyro, J.R., La tentación del fracaso I. Diario personal 1950-1960. Lima:
Jaime Campodónico, 1992
5 Minardi, G., La cuentística de Julio Ramón Ribeyro, Lima: Banco Central de
Reserva del Perú, 2002, p. 34.
6 Ribeyro, J.R., Prosas apátridas (completas), Barcelona, Tusquets, 1986, p. 169.
7 Minardi, G., La cuentística de Julio Ramón Ribeyro, Lima: Banco Central de
Reserva del Perú, 2002, p. 34.
8 Ribeyro, J.R., Prosas apátridas (completas), Barcelona, Tusquets, 1986, p. 75.
9 Ribeyro, J. R., Cuentos completos, Madrid: Alfaguara, 1994, p. 543.
10 Ídem.
11 Ribeyro, J.R., Prosas apátridas (completas), Barcelona, Tusquets, 1986, p. 159.
12 Wolfgang L., Estudiando a Julio Ramón Ribeyro, Frankfurt: Vervuert, 1988, p. 168
13 Wolfgang L., Estudiando a Julio Ramón Ribeyro, Frankfurt: Vervuert, 1988, p. 15.
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