
Por: Miguel Hernández Sandoval.
La palabra poesía procede de la voz griega poiesis y de la latina poésis, cuya equivalencia en castellano puede estimarse que es “creación, invención, ficción”. El diccionario de la Real Academia Española, en su acepción primera de su vigésima segunda edición, define la poesía como “manifestación de la belleza o del sentimiento estético por medio de la palabra en verso o en prosa”.La preocupación griega por fijar ideas sobre el mundo llevaría a considerarla “razón divina” (Sócrates), “entusiasmo” (Platón), “imitación de la naturaleza” (Aristóteles), conceptos que a su vez dieron origen a sucesivas políticas sin que ninguna de ellas sea totalmente exacta. Sobre tan diversas formulaciones queda establecido el hecho de que la poesía es “un arte de disponer las palabras de manera que en un espacio mínimo se obtenga la máxima intensidad de expresión” (Gran Enciclopedia Rial. Tomo XVII p.673).
En cuanto a su origen, resulta casi imposible hacer una determinación en el tiempo, pero es seguro que coincidió con las primeras manifestaciones artísticas de los seres humanos en forma de cantos tribales y folclóricos etc., cuyos vestigios se hallan en testimonios literarios de distintos pueblos y, a tal efecto, cabe recordar a Verdet: “la poesía es el mismísimo lenguaje primitivo”. Desde las antiguas Grecia y Roma el vocablo poesía (llamada también lírica, pues sus composiciones eran cantadas al son de la lira) se aplicaba para expresar lo subjetivo de la vida cotidiana. Hay quienes aceptan que después de ella apareció la épica para dar a conocer de manera objetiva, lo acontecido, y luego la dramática que vendría hacer una combinación de lo subjetivo con lo objetivo.

Para el consagrado novelista Mario Vargas Llosa -que en su juventud se soñó poeta y sólo renunció al comprender, con Jorge Luis Borges, que en poesía sólo vale la excelencia- “la poesía es el género que eleva el lenguaje a su máxima potencia expresiva porque tiene carácter de revelación y porque tiene la capacidad de reproducir belleza, estados de ánimo y los aspectos más desoladores y entrañables de la condición humana”. La poesía toma distancia y va más allá de cualquier realidad natural para condenar al poeta a la soledad y al silencio, pero con estos no corre peligro su existencia, todo lo contrario son necesarios para que el artista se ausculte sin sobresaltos y eche andar su máquina creadora. Con la poesía el vate vence sus propias angustias que lo asaltan a lo largo de su vida y sin rendirle cuentas a nadie llega a proyectarse con fuerza en la sociedad. De ahí que haya gente que admira a los grandes poetas, pues les parecen seres imbuidos en una cierta cualidad trascendente.
Desde hace siglos la poesía es un recurso de la belleza que ha aprendido a valerse por sí misma. Ella es un universo ordenado por la palabra en el que cualquier afirmación es verdadera y cualquier comunicación es información, porque no está para descubrir la verdad sino para hacerla más evidente y eterna, pues creación es eternidad. Escribir poesía no es un acto extraño sin embargo “con ella se alcanza una intensidad a través de las palabras que llega a expresar estados de conciencia que la prosa no alcanza jamás. Eso hace que se asocie a la magia porque la mejor poesía es una forma de espiritualidad que no pertenece a este mundo”, dice Vargas Llosa.
Hay poetas y poetas
Los de noches borrascosas, de depresiones y de insomnios que terminan en la desgracia. Hay los soñadores, es decir, los amorosos y aéreos que paran más en la Luna. Y hay los civiles y domésticos, esos a los que la poesía no les lleva la vida ni viven todo el tiempo en poeta, porque dejar de escribir no les quita el sueño. Quizá estos últimos disfruten más del arte de poetizar y desarrollen mejor su vocación ya que tienen los pies bien puestos en la Tierra, siendo concientes del cumplimiento de sus obligaciones como toda persona normal. Ciertamente y, como dijo Juan Ramón Jiménez “ser poeta es difícil; querer serlo, más difícil todavía; saber serlo dificilísimo”.
Ocurre a veces que con la poesía no se llega a comunicar algo, simplemente se escribe por un problema hermético de comunicación, prevaleciendo en el poema la forma y no el fondo. La poesía es una fuente de catarsis, cuando la vida se lleva al filo de un cuchillo, entonces el poeta se traslada animoso y decidido por las fuentes mínimas y máximas del lenguaje hacia lo más hondo de su ego y hacia lo exterior de alter ego para ser la voz de los desposeídos y excluidos. El poeta no intenta ni quiere demostrar algo; él interviene en la vida comunitaria y se empareja con las otras actividades públicas de los individuos, reclamando, por lo tanto, una consideración social.

Ocurre a veces que con la poesía no se llega a comunicar algo, simplemente se escribe por un problema hermético de comunicación, prevaleciendo en el poema la forma y no el fondo. La poesía es una fuente de catarsis, cuando la vida se lleva al filo de un cuchillo, entonces el poeta se traslada animoso y decidido por las fuentes mínimas y máximas del lenguaje hacia lo más hondo de su ego y hacia lo exterior de alter ego para ser la voz de los desposeídos y excluidos. El poeta no intenta ni quiere demostrar algo; él interviene en la vida comunitaria y se empareja con las otras actividades públicas de los individuos, reclamando, por lo tanto, una consideración social.

Con el transcurrir de los años los poetas se convierten en críticos duros de su propia obra reduciendo su producción, cosa que no sucede con los narradores. A diferencia de éstos aquellos son seres precoces para la poesía, empezando desde que tienen uso de razón y ya de adultos no pueden diferenciar el acto de haber aprendido a escribir y el acto de escribir poesía. El mismo Vargas Llosa admite que “en todo novelista hay un envidioso del poeta. Éste nace y es elegido por los dioses, no se hace, como aquél”. Pero si bien los poetas se inician a corta edad se van extinguiendo relativamente pronto. Y si no desaparecen, escriben cada vez menos. Los verdaderos vates hurgan dentro de sí mismos, para dar testimonio de lo que son, alcanzado una perfección estética imposible en otros géneros. La poesía siempre es un hervor en su sangre y no les cansa estar creando con el empleo del lenguaje. Tarea ardua de indesmallables artesanos de la palabra que suelen alejarse de lo banal y callar ante los mezquinos, ante aquellos infectados de incultura ante los que sólo conocen lo sucedido en lo ordinario, imposibilitados de imaginar lo increíble, condenados a la simpleza y a la rutina.
¿Para qué poetas?
Pero “¿Para qué poetas en tiempos de penuria?” –se preguntaba el filósofo alemán Martin Heidegger. Para que el mundo sea más humano, pues mientras exista vida en nuestro planeta alguien tendrá que poetizar partiendo de un hecho auténtico o inventando situaciones, para deleite de los otros, porque la poesía es una necesidad física y concreta como comer o dormir y una necesidad espiritual y racional como rezar o meditar. Antonio Cisneros reconocido vate nacional dice que “el poeta no inventa nada. El poeta habla de lo que todos saben, sienten y ven. Todas las palabras que usa están en el diccionario. Sólo que aquello que dice lo dice de una manera tal de modo que el lector, tocado por la revelación, pueda decir: Ah caramba, esto es lo que yo quería expresar pero no sabía cómo”.
Por su parte Rocío Silva-Santiesteban, poeta de la generación del 80 afirma que el poeta es el vigía que se da cuenta del témpano y puede gritar a tiempo para poder virar la nave. El problema del poeta, en estos tiempos, es que nadie le cree y la colisión, a pesar de los lamentos desgarrados que hacen feroces y apretados en la garganta, se vuelve inminente”.

Un conjunto de poemas publicados nunca proporciona jugosos dividendos. Escribirlos es inevitable, y el poeta para su felicidad ha de perseverar, pues la poesía no es una profesión sino una actividad en la que uno nunca sabe si vale algo lo que hace. En una sociedad son los poetas quienes consiguen dar forma concreta a sus aspiraciones comunes y a sus sueños más íntimos. Por eso se dice que en ellos es donde se reconoce a una cultura. La poesía al igual que la pintura escultura, música y cine, es un arte y es un medio incomparable para la comprensión intercultural. Ella hace patente una actitud del hombre ante el mundo en el cual nos movemos. Por último y como dijo Baltazar Núñez de Arce, “la poesía, para ser grande y apreciada debe pensar y sentir reflejar las ideas y pasiones dolores y alegrías de la sociedad en que vive; no cantar como el pájaro en la selva, extraño a cuanto le rodea, y siempre lo mismo".
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